Tres
chilenos en apuros
(Fragmento
de la Toga y el Diván)
YOLANDA
PINTO
Normalmente
yo tenía dos guardias de asistencia a detenidos en un mes y en el
mes siguiente una solamente y así sucesivamente. El día cuatro de
noviembre estaba yo de guardia y me llamaron del cuartel de la
Guardia Civil para asistir a unos detenidos por salud pública. Como
yo me movía por Tarifa en moto, que por cierto era la misma scooter
que tenía desde la universidad, aunque era un modelo antiguo del año
noventa y dos, sin embargo funcionaba perfectamente, sólo tenía
el marcador de la velocidad roto y el sillín rajado por el sol. Era
una Yamaha dos tiempos que como digo de motor nunca fallaba, además
esta moto era un mechero, me pasaba dando vueltas por Tarifa todo el
día para llevar papeles al Ayuntamiento, a la Policía del Puerto, a
correos y sólo gastaba cuatro euros cada dos semanas.
Pues
bien como digo, llegué en mi scooter al cuartel de La Guardia Civil
y me contó el oficial allí presente que los detenidos estaban
porque se había encontrado en el domicilio de éstos cinco plantas
de marihuana. Se trataba de tres chilenos que vivían en un
apartamento cerca de la calle Pinsapo y que cuando les leyeron los
derechos, muy aleccionados que estaban, contestaron que no prestarían
declaración en el Cuartel de la Guardia Civil sino que lo harían en
el Juzgado delante del Juez.
Me
dio tiempo a entrevistarme con ellos en privado cinco minutos antes
de que volvieran al calabozo y les expliqué rápidamente que
declararan al Juez que el motivo por el que criaban la marihuana era
para fines terapéuticos, para uso propio de ellos porque tenían
dolores de reuma, de hemorroides, y dificultades con el sueño.
De
esta manera declararon al día siguiente en el Juzgado de guardia y
el Juez resolvió con la libertad de los tres chilenos con obligación
de comparecer en el Juzgado y firmar los días uno y quince de cada
mes.
Los
chilenos quedaron muy agradecidos con mi actuación y por la ayuda
que les presté en la estrategia de la defensa, y prometieron
llamarme para invitarme a alguna barbacoa que solían hacer en su
casa de carne a la brasa.
De
esta manera me despedí de ellos ya que tenía que asistir en el
Puerto de Tarifa a otro detenido pero en este caso era por la Ley de
extranjería, se trataba en concreto de un marroquí al que la
policía municipal le había solicitado la documentación mientras
estaba chateando por internet con otro amigo suyo de Madrid en un
locutorio y al estar indocumentado fue detenido y llevado a las
dependencia policiales. Al marroquí que se llamaba Ahmed le abrieron
lo que se llama una propuesta de expulsión y le informaron que tenía
48 horas para presentar en la comisaría toda la documentación que
acreditara el tiempo que llevaba en España y las razones que quería
alegar para no ser expulsado a su país. Este marroquí llevaba sólo
un año en España pero convivía con dos de sus primos que si se
encontraban legales en España y además realizaba trabajos de
chapuzas y pintura cuando le salían, realmente era un marroquí
inofensivo y no se había dedicado a delinquir en España. La
intención de Ahmed de permanecer en España es que quería mejorar
económicamente, de manera que como el valor del Euro con respecto al
Dirham era diez veces mayor tenía ilusión por trabajar aquí en
España unos cinco o seis años y ahorrar lo suficiente para volver a
su país montar un negocio allí y ya vivir tranquilo y desahogado.
Así
que en el plazo de las 48 horas le presenté el recurso con las
fotocopias de la residencia de sus primos y las pruebas del tiempo
que llevaba en España, como el empadronamiento en el Ayuntamiento
que al menos tenía.
De
esta manera Ahmed volvió a su vida cotidiana y siguió por una
temporada viviendo con sus primos hasta que meses más tarde fue
definitivamente deportado a Marruecos por la policía de extranjería
cuando su propuesta de expulsión se convirtió en orden de expulsión
por parte de la Subdelegación de Gobierno de Cádiz.
Bueno
la guardia no fue muy dura, también me tocó asistir a dos imputados
por conducir bajo los efectos del alcohol que todo quedó en retirada
del carné por nueve meses y multa de mil ochocientos euros.
Volví
a mi apartamento super agotado con tanto trajín de un lado para otro
y de las esperas que hice en el Juzgado hasta que todo se resolvió,
así que esta noche dormí plácidamente y sin problemas de
pesadillas.
Al
cabo de tres días me llamaron los chilenos para invitarme a una
barbacoa en su apartamento y acepté ir, ellos me dijeron que
comeríamos y tomaríamos mucho, bueno así es como ellos le llaman a
ponerse hasta el culo de alcohol claro, porque ya se sabe que los
sudamericanos empiezan y no paran con el tequila, el whisky, el vodka
y lo que le echen, tienen hasta frases hechas sobre el alcohol como
la de los argentinos que dicen "que lo importante en la vida es
la cerveza".
Bueno
lo dicho, me invitaron para ir el sábado a las nueve de la noche y
allí me presenté con una botella de tinto de verano Sandevid del
supermercado ya que mi economía no estaba para mucho trotes y encima
estos clientes me habían tocado de oficio por lo que casi no cobraba
nada por ellos.
Total
que llegué a la casa de los chilenos que era un tercer piso sin
ascensor y me mostraron el apartamento, era un apartamento muy
modesto de tres habitaciones y una pequeña terraza, en total tendría
setenta metros construidos y diez metros de terraza, y en este
apartamento vivían los tres chilenos, los cuales se llaman Elvys,
Fabián y Arquímedes.
La
verdad que los sudamericanos suelen tener unos nombres muy extraños
en comparación con los españoles, ellos además suelen tener todos
nombres compuestos de dos o tres como Marcelo Fabián Gabriel,
Gustavo Florencio, o Pablo Daniel Roberto, parece como si los
sudamericanos les gustara usurpar varias personalidades dentro de
cada uno de ellos, la verdad que yo no entiendo porqué ese afán de
llevar esos nombres compuestos tan largos.
Como
digo el apartamento era bastante modesto teniendo en el salón una
televisión de caja ancha antigua de treinta y tres pulgadas y dos
sofás con dos fundas floreadas bastante anticuadas, también en el
apartamento habitaba una perra podenca jovencilla llamada
Maríahachís, me sorprendió el nombre que le habían puesto los
chilenos a la perra, pero me dijeron que era dedicado a la función
para la que fue adquirida, y a la facilidad que tenían de camuflar
su nombre cuando había personas más serias delante en la calle
cuando la sacaban a pasear, de manera que delante de esas personas la
llamaban Maria Jesús, y la perra no distinguía muy bien la
diferencia cuando la llamaban por su verdadero nombre o el camuflado.
Los
chilenos tenían la barbacoa en la terraza y allí estaban cortando
la carne y poniéndola ordenadamente sobre la parrilla de hierro,
tenían de todo, alitas de pollo, costillas de cerdo, filetes de
cerdo, chorizos, morcillas, etc...La verdad que se notaba que eran
vecinos geográficamente de los argentinos por como preparaban de
bien las parrilladas. Entre cubata y cubata que empezamos todos a
beber, me estuvieron contando que ellos se dedicaban a trabajos de
chapuces de electricidad, fontanería, albañilería pero que como
había crisis también tenían que sacar un dinero extra de manera
que como tenían un amigo que les dejaba a mitad de precio las
semillas de marihuana, así fue como por veinticuatro euros le
compraron cinco semillas y plantaron cinco plantas en su terraza, las
semillas eran del tipo marihuana fluorescente de manera que en solo
setenta días estaban preparadas para recoger los cogollos. Una vez
que recogían los cogollos y preparaban la marihuana la vendían en
pequeñas bolsas a cincuenta euros cada una. Me contaron que tenían
bastantes clientes, sobre todo habían captado bastantes porque la
novia de uno de ellos en concreto de Arquímedes, la cual era
Argentina y se llamaba Ursula Liz Daniela, trabajaba de limpiadora en
el centro de salud de la Seguridad Social y allí se había dedicado
a pregonar entre los pacientes con los que contactaba el poder
terapéutico contra los dolores y el poder de relajación que tenía
la marihuana, de manera que los chilenos junto a Ursula Liz, daban
inclusive charlas de este poder terapéutico de la marihuana en
reuniones que organizaban en el patio ciego del edificio donde
vivían. Allí se reunían con los posibles compradores aquejados de
dolores y algunos con problemas de ansiedad y stress. Fabián que se
había leído bastantes libros sobre el poder terapéutico de la
marihuana era el que daba las charlas. Las charlas las daban dos
veces por semana, a la que acudían en torno a veinte personas, y
básicamente al terminar cada charla vendían entre cinco y siete
bolsas de cincuenta euros. En las charlas también iba incluido la
enseñanza de las instrucciones sobre como liar la marihuana y como
fumarla, o si les convenía mejor podían hacerlo en pipas, en las
que Fabián y Arquímedes se encargaban de enseñar a los allí
presentes la manera de quemarla y fumarla. Como se puede ver el
negocio les sonreía, estos setecientos euros que ganaban a la semana
no incluía el resto de compradores que la fumaban por puro placer y
que venían frecuentemente a su apartamento para comprarla. Por lo
que podrían ganar unos mil quinientos euros a la semana que
repartían entre los tres.
Los
chilenos me siguieron contando que este negocio lo tenían muy
controlado y que para ello adquirieron a su perra Mariahachís, la
perra estaba entrenada para detectar olores y sonidos como un radar a
larga distancia y poner en alerta sobre todo cuando se acercaban los
todo terrenos de la Guardia Civil. La manera en la que había sido
educada para detectar la cercanía de los todo terrenos de la Guardia
Civil fue paseándola disimuladamente por la entrada del cuartel de
la Guardia Civil como si estuviesen paseando para hacer sus
necesidades y cualquiera de alguno de los chilenos dejaba que oliese
profundamente todos los bajos y las ruedas de los todo terrenos y de
los coches patrulla de la benemérita que estaban aparcados en la
entrada del cuartel, de manera que cuando alguno de estos vehículos
se acercaba al edificio donde estaban los chilenos, la perra ladraba
incansablemente dándole la alerta de que se estaba patrullando el
barrio y los chilenos rápidamente guardaban las plantas en un falso
armario que tenían detrás de la nevera.
La
perra de esta manera salvó en bastantes ocasiones a los chilenos de
poder esconder sus plantas, pero el problema empezó a surgir cuando
el vecino que tenían los chilenos colindante con su terraza era un
ex legionario que empezó a hartarse de los ladridos de la perra a
cualquier hora y empezó con muy malos modos a pedir a los chilenos
que le pusieran un bozal a la perra o que la hicieran parar de ladrar
porque él tenía un sueño muy ligero, y con cualquier ruido se
despertaba, que después ya no podía recobrar el sueño de nuevo y
que esto le estaba causando mucha molestia. El ex legionario era un
hombre muy difícil de tratar, tendría unos sesenta y tres años y
estaba jubilado, además había sido abandonado por su esposa, la
cual se marchó con un negro, y esto le había causado rechazo
absoluto hacia los inmigrantes. Tenía ahora el concepto de que los
inmigrantes venían España a estafar, a traficar, a engañar y a
quitar el trabajo y las mujeres a los españoles. Por eso le tenía
tanta fobia a los chilenos, transmitía en ellos el odio que le tenia
al negro que le quitó su mujer. Les amenazaba constantemente de que
tenía muchas influencias con altos mandos de la guardia civil y del
ejército y que cualquier infracción que veía a la ley, la ponía
de inmediato en conocimiento de las autoridades. El ex legionario era
un facha de ordeno y mando, iba pregonando por todos lados sus ideas
fachas con pegatinas de la bandera de España con el águila, las
cuales llevaba pegadas por toda su moto, y el tono de llamada de su
móvil no era otra cosa sino el himno de España. Los chilenos me
siguieron contando que no les asustaba lo más mínimo las amenazas
del ex legionario, porque según me contaron ellos mismos también
tenían contactos con la guardia civil. La verdad que esta afirmación
me sorprendió bastante pero como ya estaban cansados de hablar del
tema me dijeron que ya me lo contarían en otra ocasión.
De
esta manera siguió la fiesta de la barbacoa y pasamos a preguntarnos
cosas más personales de nuestras vidas, por ejemplo los chilenos me
preguntaron del porqué yo no tenía pareja o no estaba casado, la
verdad que explicarle a ellos la fobia que sentía al compromiso por
el tema de saber que era multi padre era algo que sentí apuro de
contarles, de manera que preferí darles una explicación mucho más
normal y comprensible y que además era cierta, les expliqué que en
mi familia desde que era niño no me alentaron mucho para contraer
matrimonio puesto que cuando contaba con cinco años de edad que ya
comprendía las conversaciones de los mayores, durante las vacaciones
que pasaba en verano con mi abuela materna Floriana la cual vivía en
Morón de la Frontera, la escuchaba hablar con sus amigas que venían
a visitarla y mientras tomaban café se contaban sus chimes.
Reiterativamente solía escuchar decir a mi abuela Floriana:
-----
"Es que la vida es así, te casaste te enterraste".
Yo
la verdad que me quedaba un poco sorprendido de la expresión de mi
abuela porque después la veía disimulando de buena convivencia con
mi abuelo, o al menos eso parecía.
Una
vez que empecé a escuchar a mi abuela Floriana esa expresión pensé
que era algo excepcional y que sólo se le ocurría pensar eso a mi
abuela, pero mi sorpresa fue cuando a las vacaciones siguientes mis
padres me llevaron a visitar a mi otra abuela es decir a mi abuela
paterna Gertrudis, la cual era algo más basta y vivía en otro
pueblo que se llamaba Villanueva del Trabuco. Esta abuela también
hablaba con sus amigas cuando venían a jugar al parchís a su casa,
y igual que con mi abuela Floriana, se contaban igualmente los
chismes, pues bien, escuchando sus conversaciones oía a mi abuela
Gertrudis decir:
----
" La vida en todas las épocas ha sido igual y algo que no
cambia aunque nos empeñemos, es el hecho de que te casaste, la
cagaste".
La
conmoción que sentí al escuchar de nuevo despreciar el matrimonio
de boca de mi abuela paterna, me dejó un trauma a la idea de sellar
el amor con un contrato, de manera que todo lo que suponía trajes de
novia, arroz, vicaría, convite, rulos, sociedad ganancial,
etc........me resultaba un revulsivo terrible.
Los
chilenos al escuchar la idea del matrimonio que me habían inculcado
mis dos abuelas, comprendieron de inmediato que efectivamente me
gustara vivir solo y sentir mi independencia, e incluso estaban de
acuerdo en pensar que más sabe el diablo por viejo que por diablo y
que por tanto nuestras abuelas tienen mucha experiencia y sabiduría,
por lo que es muy bueno hacerles caso.
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